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La estrategia de la infamia y el descrédito

Por Toño Sánchez Jr.

A todos los lectores de esta columna quiero presentarles excusas por utilizarla, por esta vez, para defenderme. Pero uno no puede permitir que la infamia, bajeza y perversidad de los bandidos triunfe sobre la honestidad. Ustedes no se imaginan lo que cuesta en una ciudad como esta ser honesto, más aún, cuando uno trata de hacer un periodismo diferente. Y salgo a defenderme porque mi único patrimonio es la pasión y honestidad con que trabajo mi profesión, para tener lo que cuesta años lograr: credibilidad.

Aquí ha hecho carrera el periodismo de extorsión y de cobro. Pero lo peor es que los servidores públicos creen, equivocadamente, que todos los periodistas son hampones y que todos tienen un precio. Lo triste de esta situación es que a los periodistas, cuando los van a calificar por su trabajo, los meten a todos en el mismo saco en donde están esos pocos delincuentes, que han deshonrado esta noble y hermosa profesión u oficio. Lo cierto es que son más los periodistas honestos y buenos que los malos, pero el silencio de aquellos acrecienta el menosprecio de los ciudadanos por todos.

La moda de ciertos servidores públicos es salir a comprar lealtades. Yo no he escapado a los ofrecimientos y ‘encantos’ que tiene el poder público. Cuando hace tiempo empecé a escribir en este diario muchos afirmaron que mi estilo era una mampara para salir a pedir contratos o billete. Hace casi tres años empecé un programa radial en Radio Panzenú y volvieron a decir lo mismo, pero esta vez con más virulencia. Y comprobé, por enésima vez, que cada bandido juzga por su condición.

Después de ese introito paso a las siguientes revelaciones, para llegar al tema que ha motivado esta columna: las infamias y canalladas de directivos de la Universidad de Córdoba.

En 1998, cuando empezó la reestructuración en la Gobernación de Córdoba, una de las primeras personas que despidieron fue a mi hermana. La razón: yo había descubierto periodísticamente que a Ángel Villadiego Hernández le falsificaban la firma y otras irregularidades, que en su momento fueron tímidamente publicadas. Además tuve un pleito con esa Administración por un Derecho de Petición, que llegó hasta el Consejo de Estado, en donde revocaron lo decidido por el Tribunal Administrativo de Córdoba y obligaron a la Gobernación a responderme. Quiero reconocer que el magistrado Pablo García Ávila hizo un magistral salvamento de voto. Mi hermana lloraba y me culpaba de su despido. Pero todo sucede para bien, hoy en día, ella es una próspera profesional y una ciudadana norteamericana, y su hijo un orgulloso soldado del US Army. El pago de esa factura afianzó mis convicciones.

Luego siguieron tres despidos seguidos por mi forma de hacer periodismo. Dos de este diario y uno de la revista Impulso. Estas aparentes derrotas me llevaron a escribir de manera independiente y de allí nacieron mis libros. A ellos les debo todo. Estos ejemplos, solamente, para no cansarlos con otros, son una cuota del alto precio que he tenido que pagar por intentar hacer un periodismo diferente.

Pero lo que hizo la Universidad de Córdoba por intermedio de un tal Carlos Frasser, con la anuencia del rector, no lo voy a permitir. Además, y siempre lo he manifestado, que el responsable de mis escritos soy yo y nadie más. Por ello, cualquier desquite o arremetida tiene que ser contra mí.

Empecemos. Un jueves en la noche, de hace varios meses, estábamos reunidos en la casa de mi padre: Hernán Gómez Hernández, Raymundo Berrocal Escobar (mi asesor en temas de conflicto de baja intensidad y narcotráfico) y yo. Charlábamos, al lado de una botella de escocés de 12 años, sobre la vieja Montería y los grandes jugadores de béisbol de Córdoba. Como a las 11 de la noche llegó sorpresivamente el recién elegido rector de la Universidad de Córdoba, Emiro Madera. Al cabo de un rato comenzó a plantearle a mi padre la necesidad de vincularlo a la emisora de la universidad. A mí me hizo otra oferta laboral. Fue tal la insistencia que le dije: “Si mi padre quiere hacerlo, que lo haga él, yo no. Porque después no puedo decir nada de lo que pasa en la universidad”. Días después me llamó y me respuesta fue la misma, no.

Semanas más tarde le ofrecieron un contrato a mi esposa, ella es odontóloga de la Universidad Javeriana. Estuvo todo a punto de darse pero a último momento sucedieron unos hechos, de esos que uno puede llamar premonitorios o del destino, pero yo se los atribuyo a Dios, y le recomendé que lo mejor era que no aceptara ese contrato, que ya estaba hecho. Entonces, el rector envió a la señora Gloria Montes de Behaine a mí casa. Ella se presentó una noche y ofreció “el oro y el moro” para que mi esposa aceptara y la respuesta fue, no. ¿Recuerda esa conversación, sra. de Behaine? Después enviaron a un amigo, con quien me reuní en Avatares, y mi respuesta siguió siendo la misma, no.

Tiempo después volví a encontrarme con el rector y me dijo que necesitaba a un periodista que escribiera, para el montaje y edición de unos libros. Y tampoco se pudo concretar nada. Aquí yo si dije, sí.

Desde el sábado pasado, Carlos Frasser y el rector, han salido con la infamia de afirmar que mi columna anterior fue una retaliación porque no me dieron los contratos. Se los digo públicamente: esa es una actitud propia de una persona ruin y miserable. Yo jamás he necesitado extorsionar ni de contratos de la universidad de Córdoba para vivir digna y honestamente. Podré tener todos los defectos, pero el único que no tengo es el de ser un bandido, así les cueste creerlo.

Ante esta situación voy a revelar otro hecho. Yo he sido uno de los pocos periodistas, por no decir el único, contradictor del alcalde de Montería. Hace unas semanas nos sentamos a almorzar en el Club Campestre. Le pido respetuosamente al alcalde que salga y diga públicamente si yo, siquiera, le insinué ‘algo’ o le pedí ‘algo’. La verdad es que le pedí que trabajara por el deporte y la gente pobre de esta ciudad. Está de testigo la persona que logró que nos sentáramos. También tengo que decir, en aras de la rectitud y la honestidad, que el alcalde no me pidió o exigió que dejara de ser crítico. Ni tampoco me habló o insinuó negocios o cosas raras. Hablamos de la Montería que cada uno cree que queremos. Y no he dejado de ser su contradictor. Algún día tendré que escribir de ‘Ciudades Amables’ o ‘Montería Amable’, además que estoy obligado hacerlo por ser mi ciudad amada.

Hace dos semanas fui uno de los principales testigos en el juicio que se le lleva a Mario Uribe Escobar en la Corte Suprema de Justicia. Aquí hubo periodistas extorsivos que cobraron por testimoniar, en otros procesos, en ese alto tribunal y les corrieron a pagar (los de la CVS son especialistas en ese tipo de pagos). Lo reto rector para que llame al ex senador Uribe y le pregunte si pagó por mí testimonio. Y hace unos meses hice lo mismo en un proceso de Jesús María López Gómez en Bogotá. Allí en la universidad trabaja uno de sus hijos, pregúntele si me pagaron o les cobré por mí testimonio, que demoró más de dos horas.

Rector, aplica usted esa perversa estrategia de que si todos somos responsables nadie es culpable. Actuó como lo hacen los estafadores profesionales, hizo parecer a los guionistas de ‘Ocean's Eleven’ unos pobres imbéciles. No lo niego, estuvo a punto de hacerme caer. Pero como que Dios en esos días andaba por Montería y se apiadó de mí, para mala suerte suya.

No quiero terminar sin compartir esta pregunta con todas las personas que han tenido la generosidad de leer este extenso artículo. Creen ustedes que es decente que una universidad emita una Resolución (1450 de 24 de septiembre de 2010) en donde su artículo segundo dice, que entre los ex rectores con derecho a voto está Víctor Hugo Hernández. El criminal que ‘puso’ a Iguarán Cotes, otro miembro de la comunidad académica, para que lo asesinaran en su casa (!!!). Pero no menos descarados son los consejeros, que aceptaron el poder fechado el 21 de junio de 2010 y notarizado, con nota de presentación personal y huella (!!!), en la Notaría Única del Círculo de Cereté por Biliardo José Tuirán Ricardo. Aquí no se sabe quién es más perverso: o el rector, o los consejeros o el notario. O los del sindicato por su silencio.

Y a todos y todas esas personas que se desvelan en saber qué me han dado o qué no me han dado, serenense, no todo el mundo es bandido o tiene un precio. A mí Dios me dio un don que agradezco, el de ser feliz con lo poco.

Para que conste. Este semana iba a contarles, “toque por toque, jugada por jugada”, como Asosanjorge desapareció, perdón, ‘invirtió’ más de 24 mil millones de pesos en Córdoba. Pero había que responder esta infamia. El otro sábado vamos por ellos.
ansanjr@hotmail.com

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Montería, Córdoba, Colombia
Periodista colombiano, autor de cuatro libros sobre temas de violencia, corrupción y narcotráfico: - Las crónicas que no me dejaban Contar, 2001 - Crónicas que da miedo contar, 2003. - Qué conste, 2005. - El hijo del ajedrecista, 2007. - VIVIR... mi ocupación favorita, 2010. - Historias que a nadie le gusta publicar, 2009.
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