POR TOÑO SÁNCHEZ Jr.
Los cordobeses honestos y buenos de esta región lo esperaban con pasión, nunca se imaginaron que a los 34 días de su posesión usted vendría. Aunque viene hablarnos de prosperidad en el tema de educación, que es esencial para este Departamento, no se puede desperdiciar la oportunidad para decirle que la situación en Córdoba es grave, más de lo que han podido decir o informar.
Sé que a muchos gobernantes y autoridades no les gusta que se diga lo que está pasando realmente, suelen salir a descalificar y desacreditar a quien lo haga. Consciente de este riesgo quiero decirle algunas cosas, con todo el debido respeto, admiración y consideración por su investidura.
Cada vez que se hace un Consejo de Seguridad, de manera pública y abierta, los ciudadanos se abstienen de hacer sindicaciones y denuncias, razón por la cual se llega a la equivocada percepción de que aquí no pasa nada. Las autoridades se molestan porque nadie denuncia. Sr. Presidente, quién va a denunciar si ha habido casos, como por ejemplo, el de un alcalde que en privado hizo unas sindicaciones, luego de uno de esos Consejos; y por la noche lo abordaron unos sujetos a repetirle todo lo que había dicho. No se puede confundir la falta de confianza del ciudadano en las autoridades con complicidad o connivencia. Córdoba está sumergida en las oscuras y profundas aguas del pavor, no del miedo.
Sr. Presidente, no es apología al delito, pero quien no pague se muere o no vuelve a la finca o tiene que cerrar el negocio. Cómo hacerle entender a los del interior del país que a los cordobeses los han avasallado todos los fenómenos de violencia (guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, corrupción y ahora bandas emergentes) por no ser violentos ni problemáticos. Que ha habido otros que se han aliado y beneficiado con todos esos fenómenos, bueno es una excepción, no la regla. Y ahora su ministro de Defensa quiere criminalizar a los que son extorsionados, es como un maquiavélico castigo: Te condeno por ser inocente y por no dejarte matar y arruinar. Sabe lo que me dijo hace unos días un señor campesino, de esos que tienen mucha tierra y dinero, pero que no son ostentosos, “mire, Toñito, si mañana llegan los de color rosado y me piden, les doy. Si llegan después los de negro, les doy. Pero no me voy a dejar matar para que le quiten mi tierra a mis hijos y nietos. Yo no estoy de acuerdo con lo que hace esa gente, pero no me voy hacer matar a cambio de ser bravo, para qué. Para que me maten como a…”. Me reservo los nombres que mencionó para no herir a las familias que aún sufren su duelo.
Sr. Presidente, permítame una precisión, quiero dejarle claro que jamás he tenido ni tengo, siquiera, un cuarterón de tierra en zona rural o urbana. Ni cabezas de ganado u otro cuadrúpedo o bípedo. Hago esta aclaración para evitar cualquier cuestionamiento suspicaz. Lo que sí puedo decirle es que firmé el llamado ‘Pacto de Ralito’, para que no me vayan a desacreditar por eso. Pero en la Fiscalía demostré que asistí a ese ‘Pacto’ en mi calidad de periodista. De resto tengo una cantidad de pecados, que a su debido tiempo los arreglaré con el Creador, y estoy seguro que eso no le llama la atención. Además, usted está por encima de esos provincianos prejuicios.
Sigamos Sr. Presidente. Faltan 111 días para acabarse el año y 126 homicidios para superar los 532 del año 2009. Permítame informarle que en Córdoba hubo en 2005: 158 crímenes. En el 2006: 253. En el 2007: 366. En el 2008: 512. Pero nadie frenó esa tendencia. Van a la fecha 407 crímenes… y contando. Todas estas cifras son motivo de molestias para autoridades, en toda la extensión de la palabra, estatales y civiles. Pero qué situación más contradictoria, y hasta paradójica, no le molesta a los de las bandas.
Aquí nos han llevado al punto de convertirnos en indiferentes frente a la muerte. Ya ni indigna que a seis campesinos les corten la cabeza. Aquí pareciera que el asesinato hiciera parte de la canasta familiar. Pero eso no es lo peor, lo más denigrante es que aprendimos a justificar todo crimen. Siempre que matan a alguien es común escuchar: “Algo debía, por eso lo mataron”. Y cuando ese “algo” es difícil de encontrar queda la más desalmada salida, dicen entonces: “Debía ser que estaba ‘saliendo’ con una mujer ajena”. Lo importante es que quede plenamente justificada la muerte. Y como aquí nadie se atribuye los crímenes, comienza entonces a circular una serie de consejas que nadie sale a desmentir, por lo que el común de la gente las acepta como verdades incontrovertibles. Con el terrible resultado de que estamos cimentando una sociedad en donde no hay ni mujeres ni hombres honestos y que por tal razón es ‘justo’ que los maten.
La mano de obra más barata para el crimen está en Córdoba. En Bogotá se ufanan que desmovilizaron a más de 30 mil paramilitares, pero no dicen a cuántos resocializaron. Desmovilizar es fácil, pero regresar a la sociedad a un ex combatiente cuesta y aquí eso no se hizo. Y ni hablar de los llamados ‘Proyectos Productivos’.
No puedo dejar de escribirle, Sr. Presidente, del otro cáncer que tiene postrado a Córdoba: la corrupción. Al igual que la criminalidad, que nadie la ve, sucede lo mismo con la corrupción. Nadie quiere aceptar que existe. A usted le gustan las cifras, lo invito, con todo el debido respeto, a que enfrente giros de regalías a Córdoba vs indicadores de gestión en saneamiento básico y comprobaremos si miento o no. A la corrupción no le interesa que se acabe el conflicto en Córdoba, porque se les cae la ‘gran muralla China’ que los mimetiza y les permite asaltarse a municipios y departamento. Aquí el caos, la muerte y corrupción se han convertido en una forma de vida. Si el político roba y comparte es bueno; si ataca a la corrupción es malo. No quiero creer que por esa perversa teoría es que los congresistas de Córdoba no se pronuncian pública y nacionalmente sobre lo que acontece en esta tierra. Presidente, hay que agradecerle que con su presencia aparecieron los congresistas de Córdoba, estaban desaparecidos desde el último domingo de marzo de este año. Qué bueno volverlos a ver, así sea para la foto.
La pobreza, el desempleo, la miseria y la inequidad campean en este departamento tan rico en tierras y oportunidades. Es una cruel paradoja. Lo que sí no es una paradoja es la manera, casi que mágica, como servidores públicos pasan de la noche a la mañana a ser los más grandes hacendados y criadores de ganado puro de la región. Al menos, los comandantes y lugartenientes de bandas al margen de la ley están escondidos en el monte o huyendo, pero los líderes de la corrupción en Córdoba transitan con propiedad por toda la ciudad sin miedo alguno. Y hasta hay que decirles doctores o señores.
Ante todo este lapidario panorama quiero decirle que los cordobeses son más buenos y honestos de lo que usted se imagina, pero están resignados a su suerte, por lo cual no van a dar la pelea. Y por eso no podemos caerles y, cuando vengan los juicios de responsabilidades, señalarlos como los parias de Colombia, como ha sucedido en un reciente pasado.
Sólo Dios sabe que escribo esto con el corazón y con el único ánimo de que construyamos una mejor sociedad para nuestros hijos, le debemos eso. Disculpe la molestia, Sr. Presidente.