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Dedico esta columna a un veterano de este bello oficio

Desde el 18 de diciembre de 1975, se ha conmemorado el Día del Periodista el 9 de febrero de cada año. La Ley 51 de1975, señaló dicha efeméride en reconocimiento a que ese día apareció por primera vez "El Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá", fundado en 1791 por don Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria, de origen cubano y llamado el "Padre del Periodismo Colombiano". Pero un ex presidente, quiso imponer, por intermedio de la Ley 918 de 2004, el 4 de agosto como Día del Periodista, "en conmemoración de la primera publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre, realizada el 4 de agosto de 1794 por Antonio Nariño, Precursor de la Independencia. Esta fecha es incorrecta a todas luces. Toda vez que la traducción se efectuó en la mañana de un domingo de diciembre de 1793 y la imprimió un domingo del mes de enero de 1794". Así lo describe con toda autoridad el maestro Elker Buitrago López, quien fuera mi profesor, en su excelente libro: 'El periodismo y su régimen legal'.
Pero no quiero quedarme en esta larga y tediosa discusión. Para mí el Día del Periodista es el 9 de Febrero y por ello quiero homenajear en esta bella fecha a un veterano periodista que llegó a estas tierras, por allá, a inicios de los años 50, del siglo pasado.
Este empírico periodista, para no incomodar a los 'titulados', nació en Cartagena y sólo estudió hasta 4º bachillerato en el colegio de la Universidad de Cartagena, que estaba anexo a esta institución de educación superior. Las precarias condiciones económicas no daban lugar para perder el tiempo estudiando todo el día, había que trabajar. Por lo que empezó vendiendo 'Caballitos' en el sector amurallado de Cartagena. Con el pasar del tiempo vio que el billete estaba era en los hoteles. Por lo que se presentó al Hotel Caribe y allí lo contrataron como Botones. Era el año de 1945, y se ganaba hasta 7 mil pesos diarios en propinas. No ganaba más por no haber estudiado algo.
Se aproximaban unas elecciones presidenciales determinantes para la historia política y violenta de este país, las de 1946. Nuestro personaje sólo tenía 17 años, pero los conservadores de esa época tenían la virtud de expedir cédulas a menores de edad y habilitarlos para votar. El domingo 5 de mayo de 1946 salió a sufragar por el 'Zorro Plateado', Mariano Ospina Pérez. Quien derrotó en esas elecciones a Gabriel Turbay Abunader por 565.939 votos y lo convirtió en el nuevo Presidente de Colombia.
Como los conservadores de aquella época sabían pagar los favores, pagaron ese voto con un trabajo. Lo nombraron detective departamental, adscrito a la Policía Nacional, seccional Cartagena. Allí estuvo un largo período dando 'raqueta', en el mejor sentido de la expresión, por supuesto.
La situación de la familia se puso dura y todos tuvieron que mudarse para Barranquilla. Cómo no pudo conseguir que lo trasladaran, le tocó renunciar. Allá en la 'Arenosa' se desempeñó en uno de los trabajos más competidos de Colombia: El de Oficios Varios. Fue mensajero, pintador de casa, hacedor de colchones y dependiente de droguería. En esta última trabajaba cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán.
Con la perturbación que se presentó por el asesinato del líder liberal decidió regresarse para Cartagena. Allí, por intermedio de un muy querido pariente, el médico y ex diputado conservador de Bolívar, doctor Juan de Dios Gari (este si fue conservador de cabo a rabo), consigue que lo nombren como Oficial Mayor del Juzgado Promiscuo del Circuito de Ayapel, en el recién creado departamento de Córdoba. La travesía de la 'Heroica' a Ayapel fue toda una odisea.
Se salía de Cartagena por una trocha hasta Magangué. El trayecto se llevaba más de 15 horas. Los tractores de las fincas, en invierno, se arrendaban para sacar de los atolladeros a los carros que se atascaban en ese camino de herradura. Magangué era uno de los más importantes puertos fluviales del país, operaba las 24 horas del día. Allí, había que coger una lancha que subía por todo el río Magdalena hasta llegar a la desembocadura del río Cauca, para seguir por este, también río arriba, en busca del río San Jorge. Luego, se pasaba por la ciénaga de San Marcos y se cogía por un caño que pasaba por el corregimiento de Cecilia, hasta llegar a la Ciénaga de Ayapel. Hoy no es así. Al San Jorge lo desviaron.
Como dato curioso de aquella época. Los ayapelenses no pescaban -menos la comían- la charúa, porque, según ellos, ésta comía muertos. Preferían mejor comer arroz con queso. La carne era un manjar, ya que todo el ganado que sacrificaban era para embarcarlo, por avión, para Medellín. No dejaban ni siquiera el mondongo. Esto es para que vean ustedes como han sido siempre esos 'paisas' con nosotros.
Pero sigamos. Como no había energía, la novedad era ir los domingos, al terminar la misa de la tarde, a la casa de don Rafael Chejne, a tomarse un vaso de agua helada, porque era la única casa con una planta y que tenía una nevera con hielo. Aún hoy hay niños en caseríos de Córdoba que no conocen el hielo, menos un raspao.
Después de un tiempo lo trasladan a Cereté. Y allí se formó un caos con el nombramiento. Porque le quitó el puesto a un gran personaje de la ciudad, Manuel Vicente Arias, el consentido de uno de los máximos jefes del conservatismo laureanista en Córdoba, Joaquín Burgos. El otro mimado era el del ala ospinista, Remberto Burgos Puche. Pero eran otras épocas, la amistad con aquel y el 'Negro' Arias de hoy, fue y es sincera. Después se vino para Montería como secretario del Tribunal de Justicia. Allí el magistrado era un señor bien cascarrabias, Alfonso Sotomayor. Luego llegó Remberto Burgos Puche, quien tenía en unos borradores la historia de la creación del departamento de Córdoba. El secretario se le ofreció a transcribirla, labor que terminó a los dos años. Siguió el magistrado, Alfonso Ordosgoitia Yarzagaray, gran hombre, gran cordobés, con quien nació una entrañable e inolvidable amistad que han continuado sus hijos. Después llegó Marcos García Bustamante y Francisco Marrugo Llamas, este último fue una persona genial y un señor de señores, ni escribir de la grandeza de su esposa.
Mientras fungía como secretario nuestro personaje, escuchó un programa radial deportivo en la emisora Sinú, allí dijeron unas barbaridades. Ello lo obligó a escribirle al gerente, Ernesto Méndez Lemaitre. A los pocos días lo nombraron director. Tiempo después llegó a la gerencia de la misma uno de sus mejores amigos, el 'Taco' Méndez. El hombre que regaló el mejor bóxer de la vida, Brandy.
Para aquellos tiempos, la emisora que mandaba la parada era Radio Cordobesa, de propiedad de don Abraham Pupo Villa. No puedo dejar pasar por alto dos anécdotas, de las tantas que sucedieron en aquella época. Ellos transmitían de todo, fueron los pioneros en Córdoba en transmitir un entierro. El primero que narraron fue el de don Abraham. Los narradores eran el periodista Cueto Chávez y el locutor Pedro Nel Zapateiro. La narración iba, aparentemente bien, hasta que tuvieron que dar el cambio a la emisora para el corte de comerciales, que era sagrado. No como hoy. Zapateiro, levantó la voz por primera vez en la narración, y dijo: "Vamos a los estudios para escuchar estos importantes comerciales que hacen posible esta conmovedora transmisión". Y salen, aquellos bárbaros, con una cuña de un insecticida famoso llamado, Black Flat, que decía: "Shhh… shhh… así mueren los insectos, con Black Flat. Hasta allí llegó la transmisión.
La otra anécdota tiene que ver con estos dos personajes también, y se la atribuyen a Cueto Chávez, pero fue Zapateiro quien lo dijo. Después del fiasco aquel, pasó un tiempo, hasta que vino otro importante entierro. Esta vez la persona fallecida fue don Jaime Exbrayat. Todo iba bien, hasta la calle 29 con 9, cuando Zapateiro, dijo: "el cadáver va a pasos agigantados para la tumba". Pero el cierre con broche de oro vino después. Estaba el enterrador repellando con el palaustre la tumba y terminó. A Zapateiro sólo se le ocurrió decir: "!Cling¡ Suena el palaustre y esto ha sido todo para el profesor Jaime Exbrayat".
Bueno, ese gran periodista que he querido homenajear hoy, que empezó como vendedor de caballitos en el sector amurallado de Cartagena, que fue botones, detective, mensajero, secretario de juzgado y que finalmente encontró su mejor oficio: el periodismo, es Toño Sánchez Charry, mi padre. A quien felicito, por el Día del Periodista. Y a quien le digo: ¡gracias! por meterme, en este hermoso y apasionante mundo del periodismo. A ti padre, esta columna. Que no es nada, para todo lo que te mereces. A los lectores, discúlpenme, por escoger esta fecha para hablar de un amado familiar.

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Montería, Córdoba, Colombia
Periodista colombiano, autor de cuatro libros sobre temas de violencia, corrupción y narcotráfico: - Las crónicas que no me dejaban Contar, 2001 - Crónicas que da miedo contar, 2003. - Qué conste, 2005. - El hijo del ajedrecista, 2007. - VIVIR... mi ocupación favorita, 2010. - Historias que a nadie le gusta publicar, 2009.
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