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Un hombre que sabía reírle a la vida, a su familia y a sus amigos

Por TOÑO SÁNCHEZ JR.
Hubiese querido escribirle estas líneas a este gran monteriano, en vida y hace mucho tiempo, pero el dejar pasar los días tiene su castigo. Y no quiero agrandarlo en mi conciencia por no escribir hoy sobre este eterno enamorado de la alegría, el trabajo y la vida, don William Salleg Sofán.
Este monteriano tuvo la satisfacción de estar en los momentos grandes de este departamento y de esta ciudad. La primera vez que cualquier cordobés lee su nombre es porque está leyendo en el único libro de la creación del Departamento (su autor es otro grande, el Dr. Remberto Burgos Puche) quienes fueron los miembros que integraron la Junta Organizadora y Coordinadora del departamento de Córdoba. Allí, al lado de otros prohombres sinuanos, como Remberto Burgos Puche, Horacio Guzmán, Manuel Antonio Buelvas, Luis Alfonso Lyons, Francisco de la Ossa, Alfonso Cabrales Pineda, Rafael Chejne, Libardo López Gómez, Francisco Pineda Azuero, Abel Guzmán Botero y Francisco José Jattin está el nombre de William Salleg Sofán.
Aunque ya en estas tierras, cuando eran bolivarenses, ya se conocía de la capacidad de trabajo, vocación de comerciante y emprendimiento de su padre, don Julio Salleg. Recordado por su edificio y almacén de telas de la calle 30 con cuarta, la arrocera y su ganadería. Para aquella época los únicos bancos que tenían una oficinita aquí eran el Bogotá y el Antioqueño, pero era toda una odisea obtener créditos de ellos, por lo que don Julio terminó supliendo a estas entidades también.
Así como en aquellos tiempos don Julio Salleg impulsó el comercio de esta región, tiempo después, su hijo, ayudó al crecimiento del comercio de Montería. Tal vez hoy no dimensionemos lo que fue impulsar el mercado de los combustibles de esta ciudad, pero él se atrevió y ganó.
Después los ganaderos empezaron a soñar con un gran frigorífico y allí estuvo don William Salleg Sofán con otros grandes cordobeses como don Rosendo Garcés Cabrales, entre otros, y lograron hacerlo realidad.
Pensó en salud y fundó la Clínica Montería. Y allí está.
Vino la idea de las subastas ganaderas y allí estuvo otra vez este visionario comerciante con otros grandes ganaderos más.
No puedo pasar por alto la época de la violencia guerrillera en Córdoba. Este cordobés que lo tuvo todo para irse de la ciudad, del país, prefirió quedarse y parársele a la guerrilla con otros ganaderos más en compañía de la institucionalidad. Y con el tiempo la derrotaron. El Ejército Nacional, en especial las unidades que operaron en Córdoba, tiene una deuda de gratitud, impagable, con muchos ganaderos, agricultores y comerciantes de aquella época.
Alonso Patiño, que tiene dos apellidos paternos, ya que tuvo igual número de padres, el Patiño y el Salleg recuerda a don William como una magnífica persona y jefe. "Él Tenía un respeto y consideración infinita por sus trabajadores. Jamás permitió, así estuviera en el lugar más recóndito de la tierra paseando, que se le pagara a un trabajador un día después de la fecha estipulada. Todo el que trabajaba a su lado crecía como persona, como socio, como empleado, como comerciante y por supuesto que económicamente".
Don William Salleg Sofán también tuvo su paso por lo público. Además fue godo, pero de los buenos, por eso vivió muchísimos años. Fue Secretario de Desarrollo Municipal, cuando Donaldo Cabrales fue alcalde de Montería.
Recordar a este cordobés nos obliga a darnos cuenta de una realidad innegable, aquí hemos tenido tantos prohombres, que pensaron en ciudad, comunidad, negocios, trabajo y desarrollo, pero jamás escribimos de ellos. Y lo que es peor, no lo hacemos ni en vida ni cuando se nos han ido. Somos unos perfectos ingratos con nuestros personajes. Y valga la oportunidad para decir que estamos construyendo una sociedad sin referentes. Es por ello que hoy no sabemos que la gran mayoría de familias de Córdoba construyeron su riqueza al estilo viejo: trabajando día y noche honestamente. Pero pasiones egoístas, adobados con envidia y otros ruines resentimientos se atraviesan y no dejan ver que hay personajes que han sido ejemplos a igualar y superar. Con errores, tristezas, alegrías, aciertos y desaciertos, llegaron muy alto. Pero hay sociedades que sólo se empeñan en ver lo malo y los errores de sus personajes para no permitir que haya ejemplos a seguir.
Pero escribir de don William Salleg Sofán y no referirse a una de sus grandes cualidades y que tal vez para él era una virtud, su alegría por la vida, es escribir de un desconocido.
Este hombre aprendió a ser feliz y lo fue. Siempre le sonrió a la vida, a sus hijos, a su familia, a sus amigos y a todos los demás. Su estado natural era el buen humor y en todo momento había una gracia u ocurrencia suya por la cual reírse.
Fue el líder por muchos años de un combo de amigos que tenían por nombre 'El Grupo de Los 21'. Todo mundo quería ingresar a ese selecto grupo de amigos que se reunían en el Club Campestre, en el restaurante de César Cabrera y en Pollo Lindo. Todavía hay meseros que añoran tener el placer que atender a esta cofradía de amigos.
A donde se veía a don William Salleg Sofán reunido con sus amigos se podía tener la certeza de que allí había amistad, cariño, alegría, buen escocés, excelente comida y muchísimas carcajadas. No me castiguen por olvidar a algunos amigos, pero en su mesa siempre estaban Jaime Caballero, Pablo Suárez, Rogelio Vélez, Humberto Rojas, Carlos Ospina, Oscar Salazar, Samuel González, entre muchos que me faltaron.
Antes en Montería había reuniones de boxeo todos los viernes. Dicen que muchas veladas se retrasaron porque don William y su combo no habían llegado. A penas entraban a ring side, coincidencialmente, sonaba la campana y empezaba la primera pelea. Esto nunca sucedió en el extranjero a donde fue a ver pelear a Rodrigo Valdés, a Antonio Cervantes 'Kid Pambelé' y a Miguel 'Happy' Lora.
Y ni hablar de su espíritu colaborador. Todo evento que se realizara en Montería, corregimientos y veredas tenía su apoyo. Romería de personas desfilaban por sus oficinas a pedir colaboración, nadie se iba con las manos vacías. Cordobés que se respetaba sabía que el cuartel de don William estaba en el segundo piso de la bomba Los Andes, en la calle 38 con segunda. A las cinco de la tarde se suspendía la atención al público, porque empezaba la atención a los amigos. Y allí iniciaba otra noche de tertulia y bohemia.
Un hombre como este necesitaba tener a su lado a una gran mujer con un inmenso corazón… y la tuvo, doña Olga Taboada. Muchas veces uno cree que la fortaleza de una dinastía está en la plata, en los negocios o en la posición social, falso. Está en la cohesión y fortaleza de la familia. Esta pareja construyó un hogar y una familia contra todo. Y allí estuvo su grandeza. Pero para ello se necesitó a una mujer como doña Olga. Todo mundo la quiso. Me imagino que hace unos días renovaron sus votos, pero esta vez, en un sitio más celestial. Y se lo merecen. Que sigan gozando de la Gloria de Dios. Y a toda su familia y amigos mis condolencias.

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Montería, Córdoba, Colombia
Periodista colombiano, autor de cuatro libros sobre temas de violencia, corrupción y narcotráfico: - Las crónicas que no me dejaban Contar, 2001 - Crónicas que da miedo contar, 2003. - Qué conste, 2005. - El hijo del ajedrecista, 2007. - VIVIR... mi ocupación favorita, 2010. - Historias que a nadie le gusta publicar, 2009.
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