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La hoguera de los testimonios

Me ha causado estupor el hecho de que en la calle varias personas, que a mi correo electrónico y a mi celular hayan llegado muchos mensajes, algunos increpándome y exigiéndome, que me pronuncie sobre un artículo del diario El Espectador, en donde se vincula a Nora García Burgos y a Marcos Daniel Pineda García con las extintas Autodefensas.
Y digo estupor porque produce miedo el grado de odio y resentimiento que hay en esta ciudad por los demás.
Si me han buscado y me han escrito por el hecho, que desde hace más de tres años he sido crítico de la Administración de Pineda García se equivocaron de cabo a rabo. Yo jamás heredaré odios, rencores y vindictas ajenas. Mi posición crítica con este Alcalde la ha motivado mi desmedido amor por Montería, en el sentido de que yo, como ciudadano común y corriente, quería que el desarrollo de esta ciudad fuera de una manera y el Alcalde de otra. A lo mejor el equivocado, con el pasar del tiempo, sea yo. Pero yo no tengo nada personal contra esta Administración, así mi posición periodística en cuanto a opinión haya sido y siga siendo crítica.
Que quede claro. Una cosa son las diferencias conceptuales que he tenido con el Alcalde de Montería, referente a la forma de como concebimos a la Montería que todos soñamos, la orientación de más recursos hacia los estratos uno y dos. Y otra cosa muy distinta es que me vaya a prestar para perseguir a los miembros de la familia García Burgos por los difíciles ratos que están pasando.
A mí me duele lo que le pasa a Córdoba con la parapolítica y lo que le ha sucedido a los políticos de Córdoba. Yo no celebro, y jamás celebraré la desgracia ajena. Menos, cuando fue inducida por un fenómeno llamado Autodefensas. En donde aquí y en muchas otras partes del país no se caía una hoja sin la voluntad de este grupo armado. Poder que desconoce de tajo la justicia colombiana.
Aquí hago una confesión. Mi amor por Córdoba está por encima del periodismo. Y por mantener unos subjetivos principios no voy a permitir que masacren a los cordobeses, por el sólo hecho de que aquí han encontrado a los chivos expiatorios de este fenómeno.
Lo que está ocurriendo con la llamada parapolítica es que estamos ante un perverso proceso judicial sesgado, en donde maquiavélicamente los únicos culpables del paramilitarismo en Colombia fueron los cordobeses. Con esto no quiero decir que aquí no pasó nada, hubo responsables. Pero soy un convencido de que este país, desde su poder centralista, necesita de unos chivos expiatorios y que mejor lugar para encontrarlos que en Córdoba. Con un hándicap, para los cazadores de chivos, que la clase política en esta región se masacra brutalmente entre ella, y que mejor escenario para un Iván Velásquez.
Que digan si es mentira. Cuando un jefe paramilitar menciona a un cancamán de la política bogotana o de otro centro de poder, ese ‘paraco’ pasa a ser entonces un perturbado mentiroso, masacrador y criminal. Pero cuando ese mismo postulado se refiere a un político de Córdoba, entonces está diciendo la verdad pura, ni siquiera en pasta, en gel. Lo que lleva a que la justicia le caiga con todo el peso de la ley a ese mencionado. Dejando como letra muerta principios de nuestra Constitución, como son: la presunción de inocencia, el derecho de la defensa, el derecho al debido proceso. Aquí en Colombia decían que todos somos inocentes hasta que se nos demuestre lo contario, pero eso es pura ficción. Repito, hay casos en donde la sola declaración del postulado se constituye en el único elemento o mecanismo para judicializar a una persona. Pero en otros casos, no vale el mero testimonio.
Muchos postulados han mencionado a reputados industriales y ‘cacaos’ de la economía de este país como pagadores de cuotas o financiadores de los paramilitares y jamás se ha iniciado un proceso por esas sindicaciones. Pero cuando han mencionado al dueño del granero, allí aparece la justicia en todo su esplendor. Nos hemos quedado con el pecado y sin el género.
A veces pienso que la situación de violencia actual de Córdoba es como un castigo de este hipócrita Estado. Para demostrar ante el país y el mundo que somos una región perdida en el narcotráfico y la guerra. Y así no exista duda de que aquí no hay inocentes. Estamos como en el pasado, mientras estos fenómenos de violencia (guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, bandas al margen de la ley y corrupción) estén deambulando por las tierras de Córdoba, no hay problema. El problema sería que se desplazaran para sus centros de poder. Los violentos se vuelven nómadas cuando las autoridades los persiguen en caliente. Se desplazan a otras regiones. Y no hay temor a equívocos, no existe ningún interés del Estado para que se desplacen de Córdoba. Dentro de 15 años estaremos ante otros chivos expiatorios. Cordobeses, por supuesto.
Los cordobeses jamás deben olvidar qué éramos y qué nos pasaba a finales de los años 60, lo que sufrimos en los 70, 80 y parte de los 90 por culpa de la guerrilla y el narcotráfico. Pero jamás hubo un culpable. Los únicos culpables fuimos nosotros por haber nacido en estas bellas tierras del Sinú y San Jorge, no los criminales que llegaron a robarnos todo, hasta la tranquilidad y la vida.
Hubo una cineasta alemana, Leni Riefenstahl, que fue condenada, injustamente, por la crítica, por haber realizado varios documentales propagandísticos del Führer. Con la caída de Hitler y su Tercer Reich, la crucificaron en los medios. Ella, muy molesta por la crítica, solo atino a decir que para aquellos tiempos Adolf Hitler tenía el 85 por ciento del pueblo alemán a sus pies, pero a mí me castigan por no haber estado en el 15 por ciento restante.
Igual, aquí nos castigaron por no habernos hecho matar para derrotar a estos fenómenos de violencia que eran minoría. Hoy, ningún cordobés se atreve a enfrentar, ni en público ni en privado, a las bandas criminales. Esta posición no puede ser tomada para sindicarnos de auspiciadores y patrocinadores de este fenómeno de violencia. Pero en Bogotá y para los cazadores de chivos, sí.
Parece que todavía falta mucha tela por cortar en este tema de la parapolítica en Córdoba. La pregunta del millón a plantear es si nuestros hijos, nietos y bisnietos deben asumir el costo de los errores de unos pocos en el pasado. Acaso no ha sido suficiente con el costo asumido por las víctimas del conflicto, el abandono del Estado y la pobreza existente en todos los rincones de nuestro rico y fértil suelo.
No quiero terminar sin mencionar que muchos de estos procesos se han iniciado por odios, rencores y deseos de vindicta de los políticos de Córdoba. Es una lástima que esta vorágine de venganzas se haya llevado consigo a este pueblo. Hoy estamos más estigmatizados que nunca y el perdón y la reconciliación ya no se vislumbran por ninguna parte.
Preparémonos para lo peor. Y que Dios tenga Misericordia de Córdoba.
Para que conste. Por qué en los supermercados de Montería requisan a los compradores, a la salida, de tal manera que los hacen parecer delincuentes. ¿Es que existe un estudio de que los monterianos somos ladrones? Otra, les recuerdo a los restaurantes de aquí, que ya en Bogotá multaron a varios establecimientos por cobrar propina obligatoria y hacer prefacturas. ansanjr@hotmail.com

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Montería, Córdoba, Colombia
Periodista colombiano, autor de cuatro libros sobre temas de violencia, corrupción y narcotráfico: - Las crónicas que no me dejaban Contar, 2001 - Crónicas que da miedo contar, 2003. - Qué conste, 2005. - El hijo del ajedrecista, 2007. - VIVIR... mi ocupación favorita, 2010. - Historias que a nadie le gusta publicar, 2009.
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