Por TOÑO SÁNCHEZ Jr.
Hace varios meses monseñor Julio César Vidal Ortíz dijo que había que hablar con los jefes de las llamadas nuevas bandas emergentes. Le cayeron rayos y centellas. Yo estuve entre quienes los tiraron. Le ofrezco hoy públicas excusas, porque considero que tenía razón aquella vez.
Desde que el obispo planteo esa propuesta es mucha la sangre que se viene vertiendo sobre Córdoba, que ni las inundaciones han limpiado. Podríamos decir que ya nuestros valles están siendo abonados no con agroquímicos sino con plasma humano. Las masacres que se creía hacían parte de nuestro aciago pasado son hoy la impronta de la violencia que nos asola.
Hace unos días monseñor Vidal tuvo la osadía de pedir que se convocara al Consejo Departamental de Paz, para buscar salidas por intermedio de este actor. Pero la respuesta del gobierno departamental a la propuesta fue un severo portazo en la cara. Creo que fue un desatino fatal, que traerá fatales consecuencias.
Nadie pone en discusión que el manejo del orden público en Colombia está en manos del Presidente de la República y de las Fuerzas Armadas. Pero cualquier gestión humanitaria, al menos para eso, para tratar de humanizar el conflicto en Córdoba o para ir a decir que no les mochen la cabeza a nuestros honestos campesinos cordobeses, no se debe patear de esa manera. Y los llamo honestos campesinos porque aun en nuestra Constitución está vigente el principio de la presunción de inocencia y de la buena fe, aunque para muchas autoridades y cachacos del poder central todos aquí seamos bandidos o estemos camino a serlo.
A la fecha de entrega de esta columna van 367 homicidios. 17 más que para el mismo período del año anterior. No hay que ser un estadístico para inferir que la tendencia va en camino a superar los más de 532 asesinatos de 2009. Cifra esta última que pareciera ser motivo de orgullo para la Gobernación de Córdoba y, en especial, para uno de sus secretarios de despacho. Y eso que aquí no se cuentan decenas de crímenes que suceden en una zona del Alto Sinú que no conoce la palabra Estado.
Creo que es una obligación moral hacer todo que este entre lo legal y humanitario para frenar esta avalancha de asesinatos y violencia, que para mí apenas está comenzando. Y eso que no hemos tocado la inseguridad ciudadana que se vive en todos los municipios, principalmente en Montería, así lo ratifica el último informe de la Fundación Seguridad y Democracia del politólogo Alfredo Rangel.
Por otra parte, considero un desacierto el haberle entregado el control de ciertos municipios del Alto San Jorge a Antioquia. En Córdoba pasa de todo nos hacen de todo y nadie dice nada. Pareciera que aquí no existieran gremios, ni gobernantes, ni alcaldes, ni sociedad civil ni cámaras de comercio… nada. No se vayan a molestar, pero es verdad, aquí nadie se pronuncia. Tienen que convencerse que a los violentos no los derrotan Ejércitos bien entrenados sino sociedades unidas en contra del delito y acompañadas por una Fuerzas Militares respetuosas de los derechos humanos.
Un ejemplo de lo que es Córdoba para los cachacos emperfumados del interior es el siguiente caso. Hace como un mes en un gril de mala muerte de Envigado asesinaron a 7 personas y todo el Establecimiento, con sus tres poderes públicos a un lado y el llamado cuarto al otro, se desplazaron hasta el sitio de los hechos, sólo faltó la presencia del Nuncio Apostólico. Para esos mismos días les cortaron la cabeza a 6 campesinos en un pobre y mísero paraje de Buenavista, Córdoba, y nadie fue hasta allá. Ni siquiera los goleros y la mala suerte se hicieron presentes.
Otro ejemplo. Planeta Rica hace tiempo huele a sangre, pólvora y muerte y nadie va por allá. Y eso que tiene el más alto índice de captación de dinero de Colombia, pero eso no le importa ni a los empresarios ni a nadie, que maten a todos esos montunos, quien los mandó a vivir allá. Pareciera que fuera el lema.
La Policía y el Ejército podrán capturar todos los días a miembros, jefes, manos derecha, testaferros y auxiliadores de bandas al margen de la ley; decomisar armamento y munición; dar de baja a operarios de estos grupos, pero todo seguirá igual. Porque este es un fenómeno demasiado complejo, por lo que necesita de una solución integral por parte del Estado. Que incluya un vasto programa de inversión social y económica en estas áreas de violencia.
No podemos olvidar que en Córdoba crecieron los cultivos de coca y este ingrediente hace aun más compleja la solución. El último informe del monitoreo que hace la ONU de cultivos ilícitos en Colombia dice que en el Parque Nudo de Paramillo crecieron vertiginosamente las matas de coca.
En Antioquia desde hace muchos años se creó la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia y han sido más los aportes que ha dado que los desaciertos. Pero en Córdoba hasta crear una comisión para aportar a la paz es malo.
Nunca he podido entender por qué a los cordobeses tienen la tenebrosa virtud de repetir lo que los mata y arrodilla. Cada vez más ese triste poema de Martin Niemöller se cumple al pie de la letra en Córdoba: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.
Hace varios meses monseñor Julio César Vidal Ortíz dijo que había que hablar con los jefes de las llamadas nuevas bandas emergentes. Le cayeron rayos y centellas. Yo estuve entre quienes los tiraron. Le ofrezco hoy públicas excusas, porque considero que tenía razón aquella vez.
Desde que el obispo planteo esa propuesta es mucha la sangre que se viene vertiendo sobre Córdoba, que ni las inundaciones han limpiado. Podríamos decir que ya nuestros valles están siendo abonados no con agroquímicos sino con plasma humano. Las masacres que se creía hacían parte de nuestro aciago pasado son hoy la impronta de la violencia que nos asola.
Hace unos días monseñor Vidal tuvo la osadía de pedir que se convocara al Consejo Departamental de Paz, para buscar salidas por intermedio de este actor. Pero la respuesta del gobierno departamental a la propuesta fue un severo portazo en la cara. Creo que fue un desatino fatal, que traerá fatales consecuencias.
Nadie pone en discusión que el manejo del orden público en Colombia está en manos del Presidente de la República y de las Fuerzas Armadas. Pero cualquier gestión humanitaria, al menos para eso, para tratar de humanizar el conflicto en Córdoba o para ir a decir que no les mochen la cabeza a nuestros honestos campesinos cordobeses, no se debe patear de esa manera. Y los llamo honestos campesinos porque aun en nuestra Constitución está vigente el principio de la presunción de inocencia y de la buena fe, aunque para muchas autoridades y cachacos del poder central todos aquí seamos bandidos o estemos camino a serlo.
A la fecha de entrega de esta columna van 367 homicidios. 17 más que para el mismo período del año anterior. No hay que ser un estadístico para inferir que la tendencia va en camino a superar los más de 532 asesinatos de 2009. Cifra esta última que pareciera ser motivo de orgullo para la Gobernación de Córdoba y, en especial, para uno de sus secretarios de despacho. Y eso que aquí no se cuentan decenas de crímenes que suceden en una zona del Alto Sinú que no conoce la palabra Estado.
Creo que es una obligación moral hacer todo que este entre lo legal y humanitario para frenar esta avalancha de asesinatos y violencia, que para mí apenas está comenzando. Y eso que no hemos tocado la inseguridad ciudadana que se vive en todos los municipios, principalmente en Montería, así lo ratifica el último informe de la Fundación Seguridad y Democracia del politólogo Alfredo Rangel.
Por otra parte, considero un desacierto el haberle entregado el control de ciertos municipios del Alto San Jorge a Antioquia. En Córdoba pasa de todo nos hacen de todo y nadie dice nada. Pareciera que aquí no existieran gremios, ni gobernantes, ni alcaldes, ni sociedad civil ni cámaras de comercio… nada. No se vayan a molestar, pero es verdad, aquí nadie se pronuncia. Tienen que convencerse que a los violentos no los derrotan Ejércitos bien entrenados sino sociedades unidas en contra del delito y acompañadas por una Fuerzas Militares respetuosas de los derechos humanos.
Un ejemplo de lo que es Córdoba para los cachacos emperfumados del interior es el siguiente caso. Hace como un mes en un gril de mala muerte de Envigado asesinaron a 7 personas y todo el Establecimiento, con sus tres poderes públicos a un lado y el llamado cuarto al otro, se desplazaron hasta el sitio de los hechos, sólo faltó la presencia del Nuncio Apostólico. Para esos mismos días les cortaron la cabeza a 6 campesinos en un pobre y mísero paraje de Buenavista, Córdoba, y nadie fue hasta allá. Ni siquiera los goleros y la mala suerte se hicieron presentes.
Otro ejemplo. Planeta Rica hace tiempo huele a sangre, pólvora y muerte y nadie va por allá. Y eso que tiene el más alto índice de captación de dinero de Colombia, pero eso no le importa ni a los empresarios ni a nadie, que maten a todos esos montunos, quien los mandó a vivir allá. Pareciera que fuera el lema.
La Policía y el Ejército podrán capturar todos los días a miembros, jefes, manos derecha, testaferros y auxiliadores de bandas al margen de la ley; decomisar armamento y munición; dar de baja a operarios de estos grupos, pero todo seguirá igual. Porque este es un fenómeno demasiado complejo, por lo que necesita de una solución integral por parte del Estado. Que incluya un vasto programa de inversión social y económica en estas áreas de violencia.
No podemos olvidar que en Córdoba crecieron los cultivos de coca y este ingrediente hace aun más compleja la solución. El último informe del monitoreo que hace la ONU de cultivos ilícitos en Colombia dice que en el Parque Nudo de Paramillo crecieron vertiginosamente las matas de coca.
En Antioquia desde hace muchos años se creó la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia y han sido más los aportes que ha dado que los desaciertos. Pero en Córdoba hasta crear una comisión para aportar a la paz es malo.
Nunca he podido entender por qué a los cordobeses tienen la tenebrosa virtud de repetir lo que los mata y arrodilla. Cada vez más ese triste poema de Martin Niemöller se cumple al pie de la letra en Córdoba: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.