POR TOÑO SÁNCHEZ JR.
Ministro Rivera, el Departamento de Córdoba está sobrediagnosticado. Aquí confluyen todos los fenómenos de violencia: Guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, corrupción, bandas emergentes, delincuencia común y crimen organizado. La mayoría de las veces interactúan todos al mismo tiempo. Cualquier sociedad hubiese ya sucumbido, pero creo que es la Gracia y Misericordia de Dios la que aún tiene a los cordobeses en pie.
Los cordobeses no le hemos hecho mal a nadie, es más, estamos así de atrasados porque somos excesivamente pacíficos. Aquí todo el que llega nos arrodilla, con el fusil o con la plata.
Soy un convencido de que trajinar por los polvorientos anaqueles de nuestra historia cordobesa, es la mejor forma de entender qué nos pasó, qué nos está pasando y qué nos pasará. Creo que en esa historia cruel están los catalizadores de nuestras tristezas y desgracias.
Créame, la gente trabajadora y honesta de Córdoba, que son más de lo que usted se imagina, no quiere más ‘patrones’. Desea que el único ‘patrón’ sea el Estado, la institucionalidad. Pero como ha costado hacérselo saber a los ‘señores’ del poder bogotano. Para esos poderosos Córdoba es sinónimo de grupos al margen de la ley y de corruptos. Ministro, se lo aseguro, ni todos somos bandidos ni todos somos corruptos. Que tengamos una clase política que piensa más en su bolsillo que en nuestros problemas sociales y económicos, eso es otra cosa. Tengo la certeza que muchos estarán hoy a su lado, pero jamás hicieron presencia en las zonas donde la violencia tiene azotada a Córdoba, a no ser para buscar votos. Hoy si, van a pavonearse a su lado, para dar muestras, dizque, de solidaridad y acompañamiento. Qué cinismo.
Pero sigamos, señor ministro. La cruel historia de Córdoba, esa que nunca ha sido contada, la que no conocen esos honorables ciudadanos de saco y corbata del interior del país, es la que no queremos que se repita en nuestros hijos y nietos. Pero ese deseo y querer no depende sólo de los cordobeses, sino que está en manos del Estado.
El campesino cordobés es lo más noble que conozco. Lo único que desea de la vida es que la lluvia llegue en el momento indicado y se vaya a tiempo para que el verano regrese. Que el colegio esté cerca de la vereda, que el profesor no se regrese los miércoles, que el camino esté bueno en invierno para sacar sus cosechas y que en la tienda la cerveza esté bien fría el domingo.
Muchos de nuestros campesinos y otros ciudadanos urbanos han terminado de estafetas y auxiliadores de grupos al margen de la ley. No tanto por lo convincente del discurso, sino por el terror que inspiran. Me Imagino que algunos lo hacen por convicción, pero no existe un Estado que los convenciera de lo contrario.
A los cordobeses nos han dejado solos siempre. Y después nos cobran como sociedad todos los males del país. Hoy los paramilitares son el pueblo cordobés, pero cuando la guerrilla nos tenía arrodillado nadie decía nada.
Lo más aberrante de todo, señor ministro, es que Colombia entera sabía por lo que estábamos padeciendo, pero el Estado nos dejó en manos de esa gente. Pareciera como si nos aplicaran la cruel tesis de que mientras la guerrilla y las Autodefensas no tocaran a los intocables de Bogotá, no importaba que se ‘entretuvieran’ con una miserable región llamada Córdoba. Y si es mentira lo que estoy diciendo: ¿dónde están las obras y las millonarias inversiones de apoyo a Córdoba en aquellos sangrientos momentos? ¿O las muestras de apoyo y solidaridad para con los cordobeses? ¿O los artículos de prensa que mostraran la realidad de la violencia que acá se vivía?
Fue una terrible época en la que la subversión les enseñó a los cordobeses lo que era el verdadero sufrimiento. Dolor, sangre y muerte era la impronta de ese grupo armado aquí. Y como era de esperarse, años después, llegó el hierro de los paramilitares. Ahora estamos sintiendo el calor de la nueva marquilla.
Con respecto al narcotráfico yo me pregunto ¿quién lo trajo a Córdoba? ¿Quién les enseñó a los cordobeses este oficio? No quiero lanzar una hipótesis para no exacerbar regionalismos. Lo claro es que la falta de un Estado y la violencia trajeron a nuestras tierras a los narcos. El caos es la mejor forma de apoderarse de una región, y es aún más fácil cuando no hay Dios ni Ley ni Estado. Fue en esta época en que Córdoba se convirtió en la mayor bodega y despachadero de coca para los Estados Unidos. Todos los grandes carteles de las drogas tenían una ‘filial’ aquí. Como los ‘narcos’ eran los únicos que tenían el billete para pagarse la seguridad, contrataron ‘justicia privada’. Muchos hacendados se ofrecieron a llevarles los negocios legales. Nuevamente el campesinado cordobés y el ciudadano común quedaron en manos de un nuevo ‘patrón’. ¿Y qué pasó con nuestros campesinos? Terminaron vendiéndole su mano de obra al narcotráfico.
Llegó después el paramilitarismo y los grupos de autodefensas. Los cordobeses se entregaron a estos últimos. Muchos los recibieron como los redentores, ya que llegaron a quitarles el monstruo que los aterraba desde hacía años, la guerrilla.
Pero eso tenía un costo, que los cordobeses jamás se imaginaron que iba a ser tan alto. Aquí el que no tolerara a la guerrilla, se moría, el que criticara al narcotráfico se moría, el que no le ‘caminara’ a las autodefensas, se moría, y el que denunciara la corrupción, también se moría. Quisiera que los moralistas del interior de este país vengan y me digan cómo comportarse en una sociedad doblegada por el terror de la muerte.
Hoy vamos nuevamente camino a repetir nuestro cruel pasado. Lo digo con todo el debido respeto, pero la Seguridad Democrática ha sido duramente golpeada en Córdoba, aquí perdió.
Ministro, me avergüenza decirle lo siguiente, pero aquí la gente no le tiene confianza a la policía, le tienen pavor. Hay zonas en donde juegan fútbol a medio día con gente al margen de la ley. El Ejército sabe en qué fincas y zonas rurales se la pasan y no pasa nada.
Esta es nuestra triste, cruel y dolorosa historia. No creo que sea un crimen desear vivir en paz y sin violencia. Los cordobeses nos hemos equivocado mucho en el pasado y por ello necesitamos hoy reconciliarnos con nosotros mismos y los demás. Necesitamos perdonarnos y reparar el daño que hayamos causado, así sea por omisión. Pero con esta espiral de muerte y violencia no vamos a encontrar ese bálsamo que necesitamos para construir una sociedad esperanzadora, en donde los padres sean los que entierren a sus hijos y no al contrario.
Por último, quiero decirle que por una guerra de egos su consejo de seguridad terminó en Montelíbano. Así no se derrota a los malos, si ni siquiera pueden ponerse de acuerdo dos mandatarios. ansanjr@hotmail.com
Ministro Rivera, el Departamento de Córdoba está sobrediagnosticado. Aquí confluyen todos los fenómenos de violencia: Guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo, corrupción, bandas emergentes, delincuencia común y crimen organizado. La mayoría de las veces interactúan todos al mismo tiempo. Cualquier sociedad hubiese ya sucumbido, pero creo que es la Gracia y Misericordia de Dios la que aún tiene a los cordobeses en pie.
Los cordobeses no le hemos hecho mal a nadie, es más, estamos así de atrasados porque somos excesivamente pacíficos. Aquí todo el que llega nos arrodilla, con el fusil o con la plata.
Soy un convencido de que trajinar por los polvorientos anaqueles de nuestra historia cordobesa, es la mejor forma de entender qué nos pasó, qué nos está pasando y qué nos pasará. Creo que en esa historia cruel están los catalizadores de nuestras tristezas y desgracias.
Créame, la gente trabajadora y honesta de Córdoba, que son más de lo que usted se imagina, no quiere más ‘patrones’. Desea que el único ‘patrón’ sea el Estado, la institucionalidad. Pero como ha costado hacérselo saber a los ‘señores’ del poder bogotano. Para esos poderosos Córdoba es sinónimo de grupos al margen de la ley y de corruptos. Ministro, se lo aseguro, ni todos somos bandidos ni todos somos corruptos. Que tengamos una clase política que piensa más en su bolsillo que en nuestros problemas sociales y económicos, eso es otra cosa. Tengo la certeza que muchos estarán hoy a su lado, pero jamás hicieron presencia en las zonas donde la violencia tiene azotada a Córdoba, a no ser para buscar votos. Hoy si, van a pavonearse a su lado, para dar muestras, dizque, de solidaridad y acompañamiento. Qué cinismo.
Pero sigamos, señor ministro. La cruel historia de Córdoba, esa que nunca ha sido contada, la que no conocen esos honorables ciudadanos de saco y corbata del interior del país, es la que no queremos que se repita en nuestros hijos y nietos. Pero ese deseo y querer no depende sólo de los cordobeses, sino que está en manos del Estado.
El campesino cordobés es lo más noble que conozco. Lo único que desea de la vida es que la lluvia llegue en el momento indicado y se vaya a tiempo para que el verano regrese. Que el colegio esté cerca de la vereda, que el profesor no se regrese los miércoles, que el camino esté bueno en invierno para sacar sus cosechas y que en la tienda la cerveza esté bien fría el domingo.
Muchos de nuestros campesinos y otros ciudadanos urbanos han terminado de estafetas y auxiliadores de grupos al margen de la ley. No tanto por lo convincente del discurso, sino por el terror que inspiran. Me Imagino que algunos lo hacen por convicción, pero no existe un Estado que los convenciera de lo contrario.
A los cordobeses nos han dejado solos siempre. Y después nos cobran como sociedad todos los males del país. Hoy los paramilitares son el pueblo cordobés, pero cuando la guerrilla nos tenía arrodillado nadie decía nada.
Lo más aberrante de todo, señor ministro, es que Colombia entera sabía por lo que estábamos padeciendo, pero el Estado nos dejó en manos de esa gente. Pareciera como si nos aplicaran la cruel tesis de que mientras la guerrilla y las Autodefensas no tocaran a los intocables de Bogotá, no importaba que se ‘entretuvieran’ con una miserable región llamada Córdoba. Y si es mentira lo que estoy diciendo: ¿dónde están las obras y las millonarias inversiones de apoyo a Córdoba en aquellos sangrientos momentos? ¿O las muestras de apoyo y solidaridad para con los cordobeses? ¿O los artículos de prensa que mostraran la realidad de la violencia que acá se vivía?
Fue una terrible época en la que la subversión les enseñó a los cordobeses lo que era el verdadero sufrimiento. Dolor, sangre y muerte era la impronta de ese grupo armado aquí. Y como era de esperarse, años después, llegó el hierro de los paramilitares. Ahora estamos sintiendo el calor de la nueva marquilla.
Con respecto al narcotráfico yo me pregunto ¿quién lo trajo a Córdoba? ¿Quién les enseñó a los cordobeses este oficio? No quiero lanzar una hipótesis para no exacerbar regionalismos. Lo claro es que la falta de un Estado y la violencia trajeron a nuestras tierras a los narcos. El caos es la mejor forma de apoderarse de una región, y es aún más fácil cuando no hay Dios ni Ley ni Estado. Fue en esta época en que Córdoba se convirtió en la mayor bodega y despachadero de coca para los Estados Unidos. Todos los grandes carteles de las drogas tenían una ‘filial’ aquí. Como los ‘narcos’ eran los únicos que tenían el billete para pagarse la seguridad, contrataron ‘justicia privada’. Muchos hacendados se ofrecieron a llevarles los negocios legales. Nuevamente el campesinado cordobés y el ciudadano común quedaron en manos de un nuevo ‘patrón’. ¿Y qué pasó con nuestros campesinos? Terminaron vendiéndole su mano de obra al narcotráfico.
Llegó después el paramilitarismo y los grupos de autodefensas. Los cordobeses se entregaron a estos últimos. Muchos los recibieron como los redentores, ya que llegaron a quitarles el monstruo que los aterraba desde hacía años, la guerrilla.
Pero eso tenía un costo, que los cordobeses jamás se imaginaron que iba a ser tan alto. Aquí el que no tolerara a la guerrilla, se moría, el que criticara al narcotráfico se moría, el que no le ‘caminara’ a las autodefensas, se moría, y el que denunciara la corrupción, también se moría. Quisiera que los moralistas del interior de este país vengan y me digan cómo comportarse en una sociedad doblegada por el terror de la muerte.
Hoy vamos nuevamente camino a repetir nuestro cruel pasado. Lo digo con todo el debido respeto, pero la Seguridad Democrática ha sido duramente golpeada en Córdoba, aquí perdió.
Ministro, me avergüenza decirle lo siguiente, pero aquí la gente no le tiene confianza a la policía, le tienen pavor. Hay zonas en donde juegan fútbol a medio día con gente al margen de la ley. El Ejército sabe en qué fincas y zonas rurales se la pasan y no pasa nada.
Esta es nuestra triste, cruel y dolorosa historia. No creo que sea un crimen desear vivir en paz y sin violencia. Los cordobeses nos hemos equivocado mucho en el pasado y por ello necesitamos hoy reconciliarnos con nosotros mismos y los demás. Necesitamos perdonarnos y reparar el daño que hayamos causado, así sea por omisión. Pero con esta espiral de muerte y violencia no vamos a encontrar ese bálsamo que necesitamos para construir una sociedad esperanzadora, en donde los padres sean los que entierren a sus hijos y no al contrario.
Por último, quiero decirle que por una guerra de egos su consejo de seguridad terminó en Montelíbano. Así no se derrota a los malos, si ni siquiera pueden ponerse de acuerdo dos mandatarios. ansanjr@hotmail.com