Comparto con los lectores de este Blog estas dos columnas publicadas por el diario El Tiempo.
La primera de Fernando Londoño Hoyos publicada hoy jueves 8 de octubre de 2009 y la segunda, de José Obdulio Gaviria, publicada el miércoles 7 de octubre.
Redacción Blog.
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La gran mascarada
Por Fernando Londoño Hoyos
Siempre hay algo de misterio en el que manda y mucho de sagrado en el que juzga. Por lo primero, perfeccionó la escolástica aquella sentencia de que toda autoridad viene de Dios. Con lo que no hizo más que elevar al razonamiento teológico la explicación que desde los más primitivos le dieron los hombres al enigma del poder. Para que uno mande sobre otro no basta el duro argumento de la fuerza. Por eso Calicles y Trasímaco siempre perderán el debate con Sócrates. Pero aún es más dura la legitimación del poder de juzgar. Todo acto de justicia habrá de ser una expresión de la divinidad, o no será nada.
Los jueces han sido siempre los sacerdotes de un culto magnífico y sagrado. Y cuando parecen demasiado humanos, hay que revestir su misión de tan grande aparato, que los mantenga intocables. En todos los mitos y las leyendas, hermoso preludio de la historia, el juez tiene la obligada condición de ser el más sabio y el más justo. Y en todo caso, el mejor de la tribu.
Si la Corte Suprema de Justicia no sabe todo esto, al menos lo intuye. Lo que se comprueba cuando le huye como al demonio a la dura realidad que lleva a cuestas y que el pueblo colombiano conoce en demasía. Por eso no permite que le hablen de aquel Ascencio Reyes, con quien tuvo tan detestable cercanía. Desde ciertos festines báquicos, por allá en un famoso apartamento de Residencias Tequendama, pasando por todas las celebraciones y convites, y culminando con los degradantes paseos que conocemos, en todo estuvo Ascencio Reyes, sin que la Corte tomara el elemental recaudo de la clandestinidad.
El vuelo y los festines de Neiva, en honor de Yesid Ramírez, fueron posibles por la generosidad de Ascencio y de quienes lo financiaban para hacer dones tan gratos a la Corte. En Sincelejo, claro que con ocasión de las corralejas del 20 de enero, ya se le suma el simpático de Giorgio Sale. El cortejo va después a Barranquilla, disfruta el Carnaval y lo cierra en la Enoteca, la del querido Giorgio y de otro patrocinador más sorprendente, Salvatore Mancuso.
Cada uno de estos viajes, más que un delito, es una vergüenza, que, sumada a la historia de las farras y los regalos, botines de cuero italiano y reloj suizo como para gran magnate, componen el cuadro deplorable. El resto no se sabe del todo. Pero se presiente.
La historia de la Corte con Ascencio se reconstruye fácilmente. La de Giorgio dejará un vacío, porque los registros de sus múltiples entradas, no a la cárcel que merecía, sino a la Corte Suprema de Justicia, se borraron de los registros electrónicos. ¡Vaya!
De Giorgio y de Mancuso no habrá mucho que decir, porque pagan sus culpas en cárceles de Italia y de los Estados Unidos. De Ascencio, que celebra compraventas de bienes inmuebles con dos magistrados; que su nombre aparece mezclado en documentos públicos con el de José María Ortiz, el Chepe Ortiz, extraditado por cuestiones de narcotráfico; que una de sus socias, Consuelo Collazos, es compradora de bienes a Gilberto Garavito, "cabecilla de una organización que enviaba drogas desde Colombia hacia Estados Unidos"; y que en la famosa compañía El Centauro queda mencionado con un Fabio Triana Peña, socio de su hermano Erman, capturado por el DAS por pertenecer a una red internacional de narcotráfico.
Hay en nuestra Corte magistrados intachables, juristas ejemplares, luminarias del foro colombiano, resplandecientes de méritos y de conducta límpida. No entendemos cómo guardan este profundo silencio solidario.
La Corte viola la Ley colombiana todos los días. Extralimita sus funciones de manera evidente. Rompe los principios tutelares del Derecho Procesal de los últimos dos siglos. En este drama, y en el trasfondo de la politización de sus fallos, hay una gran mascarada, viejo y pobre recurso para cubrir llagas y miserias.
Fernando Londoño Hoyos
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Sobre una cancelación
Por Jose Obdulio Gaviria
El impresionante asalto de los enemigos de Uribe a los fortines del periodismo colombiano nos tiene viviendo en el más extraño de los mundos: una cosa es la realidad y otra cosa, diametralmente opuesta, es la pintura que de ella se hace.
Monte usted en un taxi, hable con los tenderos, ponga conversación en un restaurante, pregúntele a cualquier empresario y, siempre, en porcentaje de ocho a dos, le dirán que hasta el 2002 todo andaba manga por hombro, pero que, gracias a Dios, llegó Uribe y hay una mejoría enorme.
Lean, en cambio, a Cambio o a Semana, u oigan ciertas cadenas radiales. Según ellos, vivimos peor que en Sierra Leona, estamos en guerra civil, aquí la única oposición respetable es la oposición armada.
¡No vengan por aquí, turistas, gritan, que esto es un infierno! ¡Cuidado, militantes de la izquierda, que aquí juegan tiro al blanco con ustedes! ¡Atento, magistrado tal, que aquí funciona una Gestapo que lo perseguirá hasta matarlo, le chuzará sus llamadas! ¡Pilas, pida protección de la Corte Interamericana! ¡Ojo, aquí se gobierna para los ricos, a nadie le interesa combatir la pobreza! ¡Mentira, esas dobles calzadas, esos puentes, esos transmilenios son virtuales, no existen! ¡Carreta! ¿Cuál cobertura masiva de salud y educación? Así hablan, así escriben.
Esos medios se autocalifican como los representantes de la objetividad y la inteligencia. A los demás nos consideran como los borregos brutos, resignados y obedientes. En esa dirección, fue de antología la carátula 'La clase dirigente contra las mayorías'. Ahora les dio por quejarse de los resultados de las encuestas que ellos mismos contratan y se quejan de que Uribe esté 'Muerto de la risa', en lugar de estar achantado y achicopalado con sus calumnias.
Qué maromas tan bravas las que tienen que hacer los pobres comunicadores asalariados para meter la realidad -que es tan terca y tan empeñosa- entre los palos de sus artículos infundiosos. Qué carantoñas se vieron en las redacciones cuando les llegó el informe de la ONU en el que se demuestra que, después de China, Colombia es el país que más progresa en calidad de vida de sus habitantes. ¿Cómo engavetamos, o tergiversamos, o soslayamos esta información?, se preguntaron. ¡Qué vaina!, ¡cómo irá a ser otra vez la risa de esos zoquetes uribistas!
Pero están metidos en la sinsalida. La gente ya no les cree el cuento de que son objetivos y no unos simples militantes de una causa ideológica y política. ¡No! La gente entendió que suscribirse o anunciar en esos medios es un acto de militancia anti-Uribe. Eso les garantiza tener una cantaleta semanal contra el referendo, contra los ministros, contra las Fuerzas Armadas.
Y, al contrario, qué defensa semanal hacen de los cómplices de la 'Farcpolítica', de un militante de una banda terrorista capturado en México, de la línea radical del Polo; en fin, de todo lo que tenga que ver con las acciones de la bigornia.
Un ejemplo de que la gente ya no traga entero, de que se descubrió su trampa, es la carta de Rodrigo Salazar Giraldo cancelando su suscripción a Semana. El estilo literario es de una factura impecable y el contenido no podría ser más convincente. Hay que ver su éxito en la web. A mí me llegó por diez vías distintas.
Salazar denuncia que hay un empeño en que "la violencia vuelva a entronizarse en este lacerado país" y lo demuestra con dos ejemplos: los informes SEMESTRE NEGRO y COLOMBIA AISLADA. Es una apología insólita e inaceptable al terrorismo, eso me rebosó la copa y no voy más como suscriptor. Eso dijo Salazar.
Por Fernando Londoño Hoyos
Siempre hay algo de misterio en el que manda y mucho de sagrado en el que juzga. Por lo primero, perfeccionó la escolástica aquella sentencia de que toda autoridad viene de Dios. Con lo que no hizo más que elevar al razonamiento teológico la explicación que desde los más primitivos le dieron los hombres al enigma del poder. Para que uno mande sobre otro no basta el duro argumento de la fuerza. Por eso Calicles y Trasímaco siempre perderán el debate con Sócrates. Pero aún es más dura la legitimación del poder de juzgar. Todo acto de justicia habrá de ser una expresión de la divinidad, o no será nada.
Los jueces han sido siempre los sacerdotes de un culto magnífico y sagrado. Y cuando parecen demasiado humanos, hay que revestir su misión de tan grande aparato, que los mantenga intocables. En todos los mitos y las leyendas, hermoso preludio de la historia, el juez tiene la obligada condición de ser el más sabio y el más justo. Y en todo caso, el mejor de la tribu.
Si la Corte Suprema de Justicia no sabe todo esto, al menos lo intuye. Lo que se comprueba cuando le huye como al demonio a la dura realidad que lleva a cuestas y que el pueblo colombiano conoce en demasía. Por eso no permite que le hablen de aquel Ascencio Reyes, con quien tuvo tan detestable cercanía. Desde ciertos festines báquicos, por allá en un famoso apartamento de Residencias Tequendama, pasando por todas las celebraciones y convites, y culminando con los degradantes paseos que conocemos, en todo estuvo Ascencio Reyes, sin que la Corte tomara el elemental recaudo de la clandestinidad.
El vuelo y los festines de Neiva, en honor de Yesid Ramírez, fueron posibles por la generosidad de Ascencio y de quienes lo financiaban para hacer dones tan gratos a la Corte. En Sincelejo, claro que con ocasión de las corralejas del 20 de enero, ya se le suma el simpático de Giorgio Sale. El cortejo va después a Barranquilla, disfruta el Carnaval y lo cierra en la Enoteca, la del querido Giorgio y de otro patrocinador más sorprendente, Salvatore Mancuso.
Cada uno de estos viajes, más que un delito, es una vergüenza, que, sumada a la historia de las farras y los regalos, botines de cuero italiano y reloj suizo como para gran magnate, componen el cuadro deplorable. El resto no se sabe del todo. Pero se presiente.
La historia de la Corte con Ascencio se reconstruye fácilmente. La de Giorgio dejará un vacío, porque los registros de sus múltiples entradas, no a la cárcel que merecía, sino a la Corte Suprema de Justicia, se borraron de los registros electrónicos. ¡Vaya!
De Giorgio y de Mancuso no habrá mucho que decir, porque pagan sus culpas en cárceles de Italia y de los Estados Unidos. De Ascencio, que celebra compraventas de bienes inmuebles con dos magistrados; que su nombre aparece mezclado en documentos públicos con el de José María Ortiz, el Chepe Ortiz, extraditado por cuestiones de narcotráfico; que una de sus socias, Consuelo Collazos, es compradora de bienes a Gilberto Garavito, "cabecilla de una organización que enviaba drogas desde Colombia hacia Estados Unidos"; y que en la famosa compañía El Centauro queda mencionado con un Fabio Triana Peña, socio de su hermano Erman, capturado por el DAS por pertenecer a una red internacional de narcotráfico.
Hay en nuestra Corte magistrados intachables, juristas ejemplares, luminarias del foro colombiano, resplandecientes de méritos y de conducta límpida. No entendemos cómo guardan este profundo silencio solidario.
La Corte viola la Ley colombiana todos los días. Extralimita sus funciones de manera evidente. Rompe los principios tutelares del Derecho Procesal de los últimos dos siglos. En este drama, y en el trasfondo de la politización de sus fallos, hay una gran mascarada, viejo y pobre recurso para cubrir llagas y miserias.
Fernando Londoño Hoyos
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Sobre una cancelación
Por Jose Obdulio Gaviria
El impresionante asalto de los enemigos de Uribe a los fortines del periodismo colombiano nos tiene viviendo en el más extraño de los mundos: una cosa es la realidad y otra cosa, diametralmente opuesta, es la pintura que de ella se hace.
Monte usted en un taxi, hable con los tenderos, ponga conversación en un restaurante, pregúntele a cualquier empresario y, siempre, en porcentaje de ocho a dos, le dirán que hasta el 2002 todo andaba manga por hombro, pero que, gracias a Dios, llegó Uribe y hay una mejoría enorme.
Lean, en cambio, a Cambio o a Semana, u oigan ciertas cadenas radiales. Según ellos, vivimos peor que en Sierra Leona, estamos en guerra civil, aquí la única oposición respetable es la oposición armada.
¡No vengan por aquí, turistas, gritan, que esto es un infierno! ¡Cuidado, militantes de la izquierda, que aquí juegan tiro al blanco con ustedes! ¡Atento, magistrado tal, que aquí funciona una Gestapo que lo perseguirá hasta matarlo, le chuzará sus llamadas! ¡Pilas, pida protección de la Corte Interamericana! ¡Ojo, aquí se gobierna para los ricos, a nadie le interesa combatir la pobreza! ¡Mentira, esas dobles calzadas, esos puentes, esos transmilenios son virtuales, no existen! ¡Carreta! ¿Cuál cobertura masiva de salud y educación? Así hablan, así escriben.
Esos medios se autocalifican como los representantes de la objetividad y la inteligencia. A los demás nos consideran como los borregos brutos, resignados y obedientes. En esa dirección, fue de antología la carátula 'La clase dirigente contra las mayorías'. Ahora les dio por quejarse de los resultados de las encuestas que ellos mismos contratan y se quejan de que Uribe esté 'Muerto de la risa', en lugar de estar achantado y achicopalado con sus calumnias.
Qué maromas tan bravas las que tienen que hacer los pobres comunicadores asalariados para meter la realidad -que es tan terca y tan empeñosa- entre los palos de sus artículos infundiosos. Qué carantoñas se vieron en las redacciones cuando les llegó el informe de la ONU en el que se demuestra que, después de China, Colombia es el país que más progresa en calidad de vida de sus habitantes. ¿Cómo engavetamos, o tergiversamos, o soslayamos esta información?, se preguntaron. ¡Qué vaina!, ¡cómo irá a ser otra vez la risa de esos zoquetes uribistas!
Pero están metidos en la sinsalida. La gente ya no les cree el cuento de que son objetivos y no unos simples militantes de una causa ideológica y política. ¡No! La gente entendió que suscribirse o anunciar en esos medios es un acto de militancia anti-Uribe. Eso les garantiza tener una cantaleta semanal contra el referendo, contra los ministros, contra las Fuerzas Armadas.
Y, al contrario, qué defensa semanal hacen de los cómplices de la 'Farcpolítica', de un militante de una banda terrorista capturado en México, de la línea radical del Polo; en fin, de todo lo que tenga que ver con las acciones de la bigornia.
Un ejemplo de que la gente ya no traga entero, de que se descubrió su trampa, es la carta de Rodrigo Salazar Giraldo cancelando su suscripción a Semana. El estilo literario es de una factura impecable y el contenido no podría ser más convincente. Hay que ver su éxito en la web. A mí me llegó por diez vías distintas.
Salazar denuncia que hay un empeño en que "la violencia vuelva a entronizarse en este lacerado país" y lo demuestra con dos ejemplos: los informes SEMESTRE NEGRO y COLOMBIA AISLADA. Es una apología insólita e inaceptable al terrorismo, eso me rebosó la copa y no voy más como suscriptor. Eso dijo Salazar.