Por Toño Sánchez Jr.
Piense en esta posible escena de la vida real e imagínese que es a usted a quien le está pasando. Pasadas las ocho de la noche comienza a sonar su celular. Usted lo mira e identifica de inmediato que es su hija quien está llamando. A la vez recuerda que desde hace varios días ella salió de viaje. Al responder se sorprende que quien le habla no es su hija sino la voz de un desconocido, que empieza a formularle una serie de preguntas que la confunden. Luego el desconocido le pregunta si usted conoce a la dueña de ese celular. Y usted, tal vez imaginándose que su hija extravió el móvil, le responde: “Claro que la conozco, es mi hija”. Sigue un corto silencio, que permite hasta escuchar los latidos del corazón del interlocutor, quien retoma la palabra y se identifica como agente del CTI. Y dice secamente: “Lamento informarle que su hija está muerta”.
Una situación casi parecida se dio así hace varios días, luego del asesinato de dos estudiantes universitarios, en el sitio conocido como ‘La Camaronera’, en zona rural de San Bernardo del Viento.
Crimen que ha merecido el repudio de muchos colombianos, pero que a la vez devela una cruel y mortal verdad: En Córdoba, quien se atreva a andar con cámaras de video o fotográficas se lleva su buena ración de plomo.
Yo hasta el pasado martes, me suponía, que en Córdoba no había territorios vedados, pero, después de escuchar por varios medios de comunicación a dos altos oficiales de la Policía Nacional, puedo decir con toda certeza que en este Departamento sí existen zonas y municipios prohibidos y peligrosos. Al punto, que se debe pedir previo permiso para “entrar a la zona”; y no precisamente hay que solicitarlo ante las autoridades legalmente constituidas.
Los que conocen la vía de San Bernardo a Moñitos saben que hoy en día es un trayecto peligroso y créanme que peligroso es una palabra que se queda corta.
Qué pruebas, que estén más allá de toda duda razonable, tiene la policía para afirmar que fueron asesinados porque los confundieron? No la conozco y creo que no la han presentado. Pero aceptar esta teoría, es como decir, mientras no se confundan pueden seguir dando gatillo. Y lo que es peor, pareciera un eximente de responsabilidad penal, como querer decir: no se la vayan a montar a las bandas ilegales porque se equivocaron ahora.
Me pregunto, qué elementos son los que primero se guardan cuando se sale de viaje. Creo que entre los tres primeros está la cámara fotográfica y/o la filmadora. Qué desgracia tan grande que a Córdoba nadie pueda venir con cámaras porque “puede ser confundido”, por lo tanto, asesinado.
Esta es la justificación para este crimen por parte de las autoridades, que estos jóvenes estudiantes fueron confundidos y por lo tanto miserablemente asesinados. Ante esta hipótesis policial, podría uno suponer, equivocadamente, que se lo merecían por haberse metido en “zonas prohibidas y vedadas, y sin permiso”.
Como es posible que en Córdoba todo asesinato tenga una justificación. Cuando una sociedad aprende a ser justificadora de crímenes, allí la vida no vale un peso. La gente aprende a tomarse la justicia por sus propias manos, sin necesidad de armar grupos de autodefensas. Es cuando todos empiezan a buscar la solución a sus problemas, no en el sistema judicial legalmente constituido, sino en el ‘sistema de facto’. Para una deuda, ya no busca a un abogado para que inicie un proceso ejecutivo, sino que buscan a un ‘pelao’, de profesión, ‘Oficios Varios’, para que cobre el billete sin importar lo que tenga que hacer. Y así soluciona, ese ciudadano, todas las demás dificultades que se le presenten.
Por otra parte, este tipo de asesinatos, más cuando las víctimas son personas de elevados estratos, generan una serie de crueles comentarios que hacen pensar, y hasta decir frases, que jamás nos atreveríamos a lanzar ante otras circunstancias. Como por ejemplo, el comentario del momento es, en el sentido de que por ser dos estudiantes de la Universidad de Los Andes e hijos de prestantes empresarios colombianos, las autoridades sí han actuado con prontitud. Córdoba tuvo el año pasado 575 homicidios, 43 más que en 2009, y nadie dijo nada. Ni las autoridades tuvieron la diligencia que hoy tienen.
No podemos quedarnos en ese comentario. Porque nosotros aquí en Córdoba también hacemos lo mismo. No nos importa cuando el asesinado es un pobre campesino, maestro, pequeño ganadero o taxista.
Ese es el problema de la impunidad reinante. Que el ciudadano, con el pasar del tiempo, pierde el sentimiento de la solidaridad y comienza a engendrar una perversa actitud de ‘todo me importa’. Que se asemeja a un dañino resentimiento. Por lo cual, cuando a otra persona le sucede una tragedia igual a la suya, le parece merecida.
Y quién es el responsable de esta colectiva insolidaridad: las autoridades y la justicia, que permiten que la impunidad campee en Córdoba. Con el agravante de justificar siempre los asesinados y haber estratificado a los muertos, esto último, en el sentido de moverse con diligencia y prontitud si el asesinado es un miembro de una poderosa familia de la sociedad; y con negligencia, y hasta fastidio, si es una persona de estrato uno, dos o tres.
Recuerdo que hace unos días, cuando se cometió la primera masacre en Córdoba, el Comandante de la Policía en este Departamento, dijo que las muertes se debían a “ajustes de cuentas”, y después afirmó que a “rencillas entre vecinos”. Qué situación más curiosa, esta vez no salió con una excusa parecida. Por qué?
Por otra parte, el tal Secretario del Interior de Córdoba dio una vergonzosa entrevista en RCN Radio, el jueves 13 de enero, en donde justificó aún más el crimen. No se sabe si estaba defendiendo a la Administración o a las bandas. Y conminó a los ciudadanos de esa vereda a colaborar con la justicia.
Transcribo el testimonio que le dio un morador de la región, en donde se cometió el doble crimen, al corresponsal de El Tiempo y que está en su Página Web: "Todo el mundo sabe quiénes los mataron, pero más demora uno en decirlo que ellos (los de la banda) en saberlo. Por eso es que esa recompensa no se la gana nadie".
Y para más infortunio, no sé si es que yo veo el periodismo de otra manera, pero el titular de El Meridiano de hoy (miércoles 13 de enero) me parece apologístico: “Mortal confusión”. Para mí una confusión es otra cosa. Pero en este caso es como querer decir: mientras no se confundan, asesinen. Yo sé que esta no fue la intención del periódico, pero al titular así, pareciera que se justificara el asesinato por la “confusión”.
Que pudo ser una confusión del periodista que tituló, estoy seguro que así fue. Pero uno como periodista tiene la responsabilidad de sopesar la carga ideológica que podría tener un titular. Y si se presta para la más mínima sospecha de ser catalogado como apologístico, tiene la obligación de cambiarlo. Ahora no me vayan a caer encima por esta humilde y, tal vez, equivocada opinión.
Entonces, en San Bernardo del Viento está prohibido tomar fotos y filmar. Y en muchas regiones de Córdoba los ingenieros no han podido trabajar en las vías porque hay que pedir permiso y pagar.
Para quien tenga dudas aún, le reitero, en Córdoba el crimen hace parte de la canasta familiar.
