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Entre la hipocresía y el miedo por la coca

Entre la hipocresía y el miedo por la coca

Por Toño Sánchez Jr.

Año tras año hay una discusión de nunca acabar entre las estadísticas de las autoridades de Colombia, Estados Unidos y la ONU sobre la verdadera extensión de los cultivos de coca en nuestro país. Aunque cada uno de estos entes defiende con argumentos su metodología de investigación.

Antes todo quedaba en “discusiones institucionales”, hasta que se conoció una extensa grabación, en la que el ex comandante paramilitar Salvatore Mancuso se atrevió a decir que en las zonas de influencia paramilitar del Sur de Bolívar, Antioquia y Córdoba (Parque del Nudo de Paramillo) hay sembradas 160 mil hectáreas de coca. Que equivalen aproximadamente a mil toneladas de cocaína por año, con un valor de 7 mil millones de dólares. Dinero, cien por ciento ‘periquero’, que entra a las economías del mundo y, en especial, a la colombiana.

El ex paramilitar coincide con Francisco Thoumi, estudioso y analista del fenómeno del narcotráfico, en el sentido de que los satélites no pueden arrojar una certera información de los cultivos de matas de coca. Por ejemplo, en el Parque del Nudo de Paramillo la nubosidad es constante todo el año, por tal razón las fotos que se toman de esta área no son confiables.

Pero a todo este panorama hay que agregar una estrategia que aplicó el ala fuerte de las Autodefensas cuando empezaron a sentarse con el Gobierno Nacional, que consistió en sembrar y tener el control del mayor número de hectáreas de cultivos de coca, para obtener una posición de fuerza frente a los gringos cuando se fuera a tocar el tema del narcotráfico en la mesa de negociaciones. Esto fue por allá para finales del 2001. Podría inferirse que hubo una concertada expansión de cultivos de coca en sus zonas de influencia, en especial en el Parque del Nudo del Paramillo. (Los hoy enemigos del proyecto Río Sinú siempre afirmaron en el pasado que los ‘paras’ acabaron con el Parque al sembrar coca, hoy dicen lo contrario. Todo por rebuscarse y vivir del Estado).

Ya todos conocemos que pasó con los jefes ‘paras’. Pero dejaron en las fértiles entrañas de las tierras cordobesas el negocio del siglo: miles de miles de hectáreas de matas de coca, que hoy son el botín de guerra más peleado de Colombia. Lo triste es que el campo donde están librando esta batalla son las otrora apacibles y hermosas praderas del Sinú y el San Jorge. Algunas zonas de nuestros valles está siendo fertilizadas de rojo, el mismo que corre por las venas de cientos de cordobeses que han caído en esta infame guerra que no hemos declarado a nadie, pero que se libra en nuestra alejadísima área rural.

Para mí la vida tiene una misma lógica en todo, simplemente que nos incomoda muchas veces comprobar la sencillez de la vida. Por ejemplo a nadie le gusta que a los hijos se los reprenda alguien distinto a los padres. Lo mismo pasa con este fenómeno del narcotráfico, a ningún cordobés le puede gustar que venga un ‘cachaco’ y nos diga que somos una región ‘narca’. Pero hoy, yo, un millón por ciento cordobés, quiero decirles que somos un Departamento cocalero. Las estadísticas nacionales nos ubican como segundo, después del Putumayo, en cultivos ilícitos. No nos debe dar rabia, nos debe es avergonzar y llenar de solidaridad para que el Estado erradique todos los cultivos ilícitos de Córdoba.

Los cultivos ilícitos son el primer eslabón de la maldita cadena del narcotráfico. Es la que desintegra la base de cualquier sociedad del mundo: La Familia. En las zonas cocaleras es donde florecen los más oscuros y perversos comportamientos de un humano. Allí sí que es verdad que la teoría de Charles Darwin sufre una mutación: Solo el más cruel y perverso sobrevive.

Los cordobeses debemos exigirle a nuestros congresistas, los que quedan, que fijen una posición sobre este fenómeno. Y ¿qué están haciendo para sacar a Córdoba de este infernal abismo? Que esto es peligroso, si. ¿y Colombia no es un país peligroso hace tiempo? Si las autoridades no van a tener el respaldo de la sociedad cordobesa para enfrentar este fenómeno, olvidémonos que ellos van a dar su vida por nosotros. Las únicas regiones que han erradicado los cultivos ilícitos de sus territorios han sido aquellas en donde policía, ejército, sociedad, políticos, gremios, pastores y obispos se han unido.

En Antioquia fue así. Por esta unión el Oriente de este Departamento ya no tiene estos problemas. Pero ahora se les trasladó a la zona de Cáceres, Nechí, El Bagre, Caucasia, Zaragoza. ¡Qué coincidencia! Todos estos municipios hacen parte del Bajo Cauca, la zona que comparte límites con Córdoba.

El problema de Córdoba no se soluciona cambiando el Comandante de Policía o de Brigada cada 6 u 8 meses. Esto le tiene que quedar claro a un secretario intrigador de la Gobernación de Córdoba y a una senadora. La criminalidad en Córdoba no se soluciona poniéndole a cada cordobés un policía al lado. Es con políticas claras de criminalidad, apoyo institucional y ciudadano.

Sabe el Presidente todo lo que está pasando en Córdoba? No lo sé, pero creo que le ocultan información. Y sostengo esta afirmación por el siguiente hecho. En Medellín se dispararon algunos índices de criminalidad y de inmediato se hizo un consejo de seguridad extraordinario en el aeropuerto Olaya Herrera. Resultado: el General Oscar Naranjo está despachando desde ayer viernes en Medellín, por una semana y acompañado por su más selecto staff de altos oficiales, para enfrentar la criminalidad.

En Córdoba hubo 153 muertos más en el 2008 con respecto al 2007. Somos el segundo Departamento en cultivos de coca, se ‘gatillea’ todos los días y a plena luz del día. Y todas nuestras autoridades, gremios y políticos dicen que no está pasando nada. Y toda la culpa se la echan a un tal ‘Don Mario’, que tal vez es de esos enemigos sobre a quienes las sociedades les gusta exagerar sus acciones, para ocultar lo que verdaderamente está pasando. Quiero terminar preguntando: ¿Será que hay algunos personajes en Córdoba que les interesa que esta ciudad se degenere y se convierta en el Guaviare de la Costa?

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Montería, Córdoba, Colombia
Periodista colombiano, autor de cuatro libros sobre temas de violencia, corrupción y narcotráfico: - Las crónicas que no me dejaban Contar, 2001 - Crónicas que da miedo contar, 2003. - Qué conste, 2005. - El hijo del ajedrecista, 2007. - VIVIR... mi ocupación favorita, 2010. - Historias que a nadie le gusta publicar, 2009.
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